No hace mucho tiempo una voz llegó a mi cabeza diciéndome: ¡no puedes seguir así, tienes que cambiar!
Esta voz me decía que había algo en mí que no me dejaba avanzar, que estaba desperdiciando los mejores años de mi vida, que el éxito personal no estaba llegando, que era hora de actuar y dejar de sufrir como consecuencia de mis conductas y sentimientos, las cuales yo creía que eran buenas y que no tenía por qué cambiar.
Pero decidí dar un paso adelante y empecé a buscar respuestas, encontré que podemos tener una distorsión de nuestra imagen o tener la creencia de que somos superiores o inferiores a lo que somos en realidad. Es una mezcla entre lo que somos, lo que queremos ser y lo que quieren los demás que seamos.
Para luchar con nuestros deseos y nuestros límites está el Ego. Sin entrar mucho en detalles, el Ego es creado desde el día en que nacemos, desde ese momento empezamos a llenarnos de un montón de creencias que tienen mucho que ver con el entorno social, familiar y educativo en el que hemos nacido, igualmente donde se nos hace creer que estamos aquí para tener éxito a través de la compra de un auto último modelo, una casa enorme, dinero por montones, y muchas otras cosas materiales.
Pero sólo cuando sientes esa insatisfacción, desesperación, tristeza o cualquier otro tipo de sentimiento que nos hace tocar fondo, es cuando empiezas a observarte a ti mismo e identificas todas esas conductas que nos afectan, entonces podemos descubrir quiénes somos en realidad, y empiezas a experimentar un nivel de conciencia de lo que te está pasando y es allí en ese preciso instante que sientes despertar.
En mi caso había pasado años construyendo esa imagen de mi Ego, viviendo dentro de ella, y reforzándola, y después de tantos años por fin tenía algo claro: ese cambio me tomaría tiempo y práctica pero había que hacerlo. Entonces, inicié mi transformación con una pregunta:
¿Hasta cuándo vas a permitir que tus sentimientos te sigan ocasionando infelicidad?
Para llegar a la respuesta me hice primero varios planteamientos.
A veces sin saberlo, nos creemos el ombligo del mundo, el centro del universo; empezamos a tener conductas que dependen de los demás, esto es, que los demás se comporten como yo quiero, que tendremos un buen día si me tratan bien, si la economía o la salud del país mejora etc. Sin embargo cuando ocurre lo contrario y el día no resulta como lo pensamos, entonces nos molestamos, lo convertimos en un problema y generamos un nivel de malestar enorme.
Nuestro Ego se mortifica por esa insatisfacción ese sufrimiento que permanece en nosotros, gracias a ese malestar, culpamos a los demás y esperamos que el otro sea el que cambie para poder ser felices y si no, seguiremos en conflicto permanente al no podernos quitarnos la venda de los ojos y mirarnos al espejo –un espejo a veces no es físico- para vernos realmente como somos.
Es muy difícil de aceptar cuando tenemos conflictos con los demás, pero es muy fácil solucionarlos, sólo es tomarse un momento para entender lo que ha sucedido y comprender que actuamos desde nuestro Ego, todos tenemos la capacidad de reaccionar y la habilidad de responder de la manera más sabia, tampoco tenemos idea de la batalla interna que tienen las otras personas y por eso su reacción.
Después de entender todo esto, me declaré en proceso de aprendizaje, lento pero seguro; más consiente de la calidad de pensamientos que pasan por mi cabeza y sin darle tanta importancia a las situaciones externas; dispuesta a prestar atención a la complicada tarea de conocerme a mí misma, porque sé que siempre puedo modificar mi actitud frente a los hechos y modificarlos de tal manera que me brinde bienestar para mí y para los que me rodean.
Entendí que la vida es un proceso de aprendizaje y de evolución de nosotros como seres humanos, tengo claro que mi Ego siempre va a estar en permanente conflicto, pero si asumo la responsabilidad de quien verdaderamente soy, tendré la fuerza, el poder, la inteligencia y el bienestar sin límites, podré disfrutar de mis logros, conservar el interés por alcanzar nuevas metas, y sobre todo procurar vivir en buenos términos con todas las personas.
¿Qué tan importantes han sido sus propios procesos?
Feliz fin de semana y una frase para terminar:
¨El ego es un monstruo fascinante¨ (Alanis Morissette).
Anónimo.
Esta entrada pertenece a un lector que me pidió permanecer anónimo