Sí. Bastó una mirada para que la encantara, la confundiera, le hiciera preguntarse mil cosas.
Intentó zafarse de los ojos de él, pero algo en ella la detenía en ese momento y en ese trance.
Su cuerpo empezó a experimentar sensaciones en todas partes y supo que ya no era dueña de sí, que le pertenecía a aquel que con solo mirarla había derribado todas sus barreras. Se aferró a la mano con la que venía, pero era tarde. Ya volaba lejos de esa habitación y nada volvería a ser lo mismo. Tenía esa mezcla de emociones, miedo, ganas infinitas, droga en el cuerpo, huracanes en su estómago y lluvias intensas en donde no debería caer una gota; no sin el permiso de su mente.
Pero de qué hablaba. Él no necesitaba permisos, ya estaba dentro de ella.