Detalles

“El diablo está en los detalles” (The devil is in the detail) es una frase que proviene de un proverbio alemán que reza “Dios está en los detalles”. Quizá fue modificada con el tiempo para reforzar el hecho de que nada puede ser tomado a la ligera y que todo es susceptible de ser analizado en detalle para encontrar, seguramente, sorpresas no tan agradables.

Lo cierto es que la vida está llena de detalles; la vida misma se construye a través de ellos. A veces pasan desapercibidos, pero son justamente estos pequeños demonios los que pueden constituirse en puntos de inflexión, marcadores, hitos o simplemente llevarnos a situaciones irreversibles. Son cosas pequeñas, pensamientos inofensivos a primera vista, sonrisas e incluso suspiros. Pero también son olvidos, ausencias, pequeños cambios que hacen toda una diferencia para quién observa, para quien los espera.

Es cierto que no podemos quedarnos viendo el árbol y perder de vista el bosque. Pero también es importante percibir los pequeños cambios, pues estos van apilándose hasta formar las grandes transformaciones. A diario pensamos que vivimos en un mundo de generalidades, pero lo cierto es que construimos nuestras vidas con esas pequeñas decisiones que tomamos, con esos pequeños detalles que dejamos o no pasar.

“El diablo está en los detalles” y seguramente seguirá estando en ellos. Son privilegiados aquellos que lo ven todo, que son capaces de obtener hasta la más mínima información del universo, aquellos que no dejan pasar nada por alto. Son los que pueden tomar decisiones con mayor claridad y aprender rápidamente de las equivocaciones.

Aquellos que están pendientes de las pequeñas cosas, son los que más disfrutan de los grandes sucesos. Porque toda historia maravillosa empieza o termina en un segundo, en una respiración contenida para procesar información, en un detalle.

Los detalles enamoran o desencantan; los detalles construyen grandes éxitos o fracasos monumentales. No hay que quedarse en ellos pero hay que saber verlos; no se puede perder el objetivo final, pero hay que conseguir primero las pequeñas metas.

¿Difícil? Claro. No hay una receta. Pero sí se puede mejorar aprendiendo a escuchar, recordando las cosas importantes de cada jornada, haciendo un pequeño balance en las noches de nuestros días y empezando a atar los cabos de todo lo que nos sucede. Con el tiempo, habremos aprendido a percibir lo que alguien quiere decirnos y no se atreve, lo que está mal y aún puede ser corregido, lo que está sucediendo y debe ser modificado rápidamente.

Claro que es difícil, pero escuchando, observando y tomando nota, se puede esteucturar nuestra mente y llegar con mayor certidumbre al éxito.

Como diría el gran Cantinflas, “Ahí está el detalle”

¡Cuéntenme! ¿Son Uds. Detallistas?

Feliz semana y nos seguimos escribiendo.

Siempre vuelvo

Siempre vuelvo a tu abrazo a tu sonrisa

Desde siempre recuerdo lo que siento, cuando caí y me hice alguna herida, o cuando desperté con miedo de algún sueño.

 

Cuando las cosas no salieron tan bien durante el día

Cuando me sentí solo y sin aliento, siempre a tu lado sentí que podía y siempre me has impulsando a ir más lejos.

 

Sigues siendo mi madre, la de siempre.

Con la que alguna vez fui injusto y fui grosero, la que jamás se acostó brava conmigo, la que siempre me da su amor sincero.

 

Sigues siendo mi madre y yo tu niño.

Para ti sigo siendo aún pequeño, para mi sigues siendo la heroina. Le doy gracias a Dios porque estás viva y por tenerte cerca todo el tiempo.

 

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Siempre se vuelve al abrazo de la madre, no importa cuantos años tengas o en qué problemas estés, siempre vuelves y siempre te reciben con el mismo amor.

 

Feliz día mamis.

 

 

Paletas y números

¿Qué pasa si le digo a mi mente no más?

El peor enemigo que podemos tener es aquel que vive dentro de nosotros. El enemigo más poderoso que podemos tener es nuestra propia mente, porque confiamos en ella, dependemos de ella y principalmente porque tendemos a creer todo lo que nos dice. Por eso cuando nos juega malas pasadas, nos llena de miedos, tristezas o fantasmas, se vuelve muy difícil convivir con ella.

Pero ¿qué sucedería si un día decidimos no escucharla, pedirle que detenga los pensamientos, decirle que no necesitamos sus miedos o sus problemas? ¿Qué pasaría si categóricamente le hacemos saber que está para ayudarnos en hacer de esta vida algo mejor, y no para hacernos desperdiciar esta oportunidad única que tenemos de vivir?

¿Imposible? ¡No realmente!

Desde la óptica de mi experiencia y sin pretender ser un experto, creo que tenemos dos mecanismos en nuestro cerebro: la imaginación y la razón. El primero es mágico, necesario para soñar, especial y absurdo a veces; es el de los arcoíris que llevan al tesoro perdido y las paletas de sabores extraños. El segundo responde a las verdades exactas del universo y la matemática; es frío, claro y conciso. Dependemos de este para mantener nuestros pies en la tierra.

Necesitamos de ambos para ser integrales y exitosos, son necesarios para vivir en sociedad y definitivamente para alcanzar la felicidad.

Así que cuando el lado racional tome ventaja, permítete soñar un poco, corta las amarras y escápate a una nueva aventura, viaja, ¡vive!

Y cuando empieces a darte cuenta de que muchas cosas extrañas se están apilando en tu mente, sé claro: detente y pon tus pies sobre la tierra, deja las tonterías a un lado y vive tu vida.

Nada es fácil pero tampoco hay demasiadas cosas imposibles, solo hay un montón de tareas que nunca empezamos por miedo o por pereza.

Así que ningún extremo es bueno. Busca el balance y nunca pierdas ni tu cielo ni tu piso, pero sobre todo, no pierdas la capacidad que tienes para evitar que un solo lado de tu mente controle tu mundo, porque somos un cúmulo de sensaciones, pensamientos y hechos.

Ni el miedo es lo peor ni la osadía es siempre la solución. La mente es nuestra gran aliada, nuestra mejor arma y algunas veces puede ser nuestra peor pesadilla, pero siempre podemos decirle que pare de jugarnos malas pasadas.

Felices fiestas para todos

Estructuradamente

With all my love to my Strawberry Lolipop

Navidad

La época donde todo es posible, el mes de la magia, de las luces, de la familia, de la nostalgia y de estar cerca de los que amamos. ¡Es Navidad!

Para muchos la navidad se circunscribe al 24 de diciembre. Para otros como yo, la navidad es un estado que dura todo un mes. Son 31 días en los que se experimentan grandes emociones que a veces contrastan entre sí, pero que definitivamente son muy intensas.

En mi niñez la navidad empezaba el 7 de diciembre con las velitas. Era el día en el que se abría oficialmente la magia y la ilusión. La familia entera, los amigos, los primeros amores, todos reunidos encendiendo las luces de una nueva esperanza. Aún quedaban algunos días de clase pero ya se veían las vacaciones a la vuelta de la esquina; la casa de la abuela olía a desamargado* y buñuelos calientes todo el tiempo y todos parecían sonreír más. En mi Cali el efecto era aún más fuerte porque se empezaba a respirar el clima de feria. La música de fin de año inundaba las calles replicando ese ambiente ya tan familiar que se siente en la ciudad por esta época.

El 16 de diciembre empezaba la recta final con las novenas; noches de familia, de comida y de cantos, en las que los mayores trataban de mantener viva la tradición, que a su vez se alimentaba de la alegría y los sueños de los niños que hacían sus cartas repletas de pedidos al niño Dios. ¿Cómo olvidar la nostalgia de los villancicos o las noches llenas de luces y faroles?

Los que habían estado lejos empezaban a llegar. Con ellos llegaban las historias de mundos mágicos y totalmente diferentes, las costumbres, los relatos. Algunas veces llegaban miembros nuevos de la familia que todos abrazábamos como propios y, por supuesto, más regalos. Era el momento perfecto para encontrarse con aquellos que no habías visto en mucho tiempo; la alegría del reencuentro mezclada con la nostalgia de saber que partirían de nuevo.  La noche del 24 era eterna. La espera por la cena y los regalos, las carreras por toda la casa llena de papeles, el ruido de la pólvora, los mayores reunidos en la sala y los niños entre juegos y risas corriendo por todas partes. El 24 era sin dudas el día de la ilusión.

Justamente una semana después, la familia se reunía de nuevo. Esta vez había fiesta. Todos los abrazos de la media noche estaban cargados de cierres y de promesas. Era la noche de los grandes pero no por eso dejaba de ser especial para los chicos. Navidad terminaba, aunque tuviéramos una ñapa el día de reyes, con las campanas de una canción triste. Definitivamente ese era el día de la nostalgia.

Para muchos la navidad es un día. Para algunos de nosotros la navidad es todo un mes y sobre todo es un estado en el que experimentamos todas las emociones en porciones recargadas. Claro que no todo es alegría. Porque extrañamos a los que no están y porque, al ser un mes de contrastes, vivimos de primera mano como algunos lo tienen todo y como otros no tienen nada. Justamente por eso es una gran época para compartir, para agradecer, para perdonar, para regalar amor.

Bienvenida la navidad con los kilos de más, los aguinaldos, los villancicos, la familia, las luces, pero sobre todo con la paz y el amor en nuestras familias y la gente que amamos. Salgamos a compartir, sonríamos más, discutamos menos y que los sueños se cumplan y los balances sean positivos.

Feliz diciembre, ¡feliz navidad!

*La palabra desamargado no existe en el diccionario real de la lengua española, pero sí en la memoria que trae los sabores de las cáscaras de cítricos calados o de otras frutas que a fuego lento se dejan reducir para ser servidas junto con las brevas, la natilla, los buñuelos, el arroz de leche y el manjar blanco o dulce de leche tradicional, formando un postre navideño infaltable en la tierra donde nací.

El extraordinario poder del agradecimiento

A pesar de ser un gesto tan poderoso, muchas personas no entienden su efecto y a algunas les cuesta agradecer o incluso recibir agradecimientos.

La palabra gracias no es precisamente una de las más usadas en el idioma español. De hecho decimos más, gobierno, presidente, político y hasta Luis. Sin embargo es una de las palabras que aprendemos primero en nuestro idioma nativo y lo hacemos también cuando aprendemos una lengua nueva. Quizá es porque es una de las que más necesitamos cuando nos exponemos a un ambiente totalmente diferente.

Su uso es cotidiano y hasta rutinario, se ha evaluado desde la óptica de la buena o la mala educación o hasta su connotación en comunidad o en familia. Hay quienes exhiben reglas para definir cuando es apropiado decir o no gracias. Hay reglas de mesa sobre el número de veces apropiado para hacerlo y de su utilización dependiendo del país en el que se esté. Podríamos hacer todo un análisis sobre su uso, pero no es esto lo que quisiera compartir con Uds. El día de hoy; no quiero hablar de acepciones o de buenos modales, mucho menos de etiqueta.

Lo cierto es que agradecer es algo muy simple; decir gracias es la formalización de ese acto, es dejarle saber a los demás o incluso recordándonos a nosotros mismos la gratitud por cualquier circunstancia.

No tiene que pasar nada gigantesco ni necesariamente debe haber un sacrificio para agradecer; se agradecen las cosas pequeñas también. El solo hecho de agradecer en las mañanas por otro día más de vida, por las cosas buenas, por la familia o por los hijos, implica aceptar las cosas maravillosas que tenemos y esto causa ya un efecto importante en nosotros. No importa si le agradecemos a nuestro Dios, a la vida o al universo, internamente eso hace la diferencia en nosotros.

Cuando agradecemos a las personas el efecto es doble porque es especial hacerles sentir que han hecho algo por nosotros o que estamos simplemente felices de que estén a nuestro lado. No se trata de que solo podamos decir gracias cuando nos hacen un favor, o que deba pasar algo significativo. También podemos agradecer el amor o los actos desinteresados que los demás hacen por nosotros. Agradecer es darse cuenta y dejarle saber a los otros que nos sentimos bien con algo que han dicho o hecho, agradecer es entender que estamos recibiendo lo mejor.

Es cierto que la palabra Gracias puede volverse rutinaria, sin embargo no podemos desconocer su poder. Por ejemplo en las estaciones del metro de Londres, en hora pico, cientos de personas te rozan en su afán por llegar a su destino, y la mayoría de ellos se disculpan cuando lo hacen. A pesar de ser un gesto automático, tiene un efecto poderoso en la manera de convivir y sobrellevar las tremendas aglomeraciones que se presentan. Sucede igual cuando decimos gracias. Podemos decirlo muchas veces, pero mientras exista la intención correcta, su efecto siempre será positivo.

Yo uso mucho la palabra gracias y trato de ser muy agradecido con quienes me rodean, con la vida y conmigo mismo. Lo hago con la gente que me ama y agradezco el amor que me dan, porque realmente no agradezco que me amen sino su apoyo, su incondicionalidad, su manera de hacerme sentir bien y querer lo mejor para mí. Me dicen muchas veces que no debo dar tanto las gracias, que hay cosas que no se agradecen. Creo que van a tener que acostumbrarse a escuchar o a leer esa palabra conmigo, porque es mi manera de hacerles saber que siento y recibo de la mejor forma todo lo que me regalan a diario.

Agradecer te reconcilia con el universo y con las personas. Es un acto que contiene humildad, amor, reconocimiento y respeto. Tiene el poder de hacer sentir mejor a los demás y a sí mismos; nos hace mas conscientes de lo que tenemos y de nuestra función en el mundo.

Creo que debemos dejar de pensar tanto en la definición de diccionario de la palabra, brindémosla y ofrezcámosla con generosidad, sin que se vuelva un acto vacío pero sí constante. Agradezcamos más y sobre todo a quienes amamos, a quienes no la esperan. Es una palabra poderosa que representa un acto que nos hace mejores. ¡Usémosla más!

Gracias por leerme y como siempre, déjenme saber sus opiniones.

Feliz fin de semana

Gracias a mi Dani por dejarme usar su foto para portada de esta entrada.

Si mañana todo se acabara

¿Qué harían si tuvieran la oportunidad de hacer todo lo que quisieran por una última vez? Si les dieran la posibilidad de usar los últimos días de sus vidas para cerrar las cosas inconclusas y disfrutar de todo lo pendiente.

Puede que sea un tema trascendental y hasta denso pero es una pregunta que yo mismo me hago todo el tiempo: ¿cuál es el balance adecuado entre disfrutar el hoy y ser precavido para el mañana?  En los extremos tenemos, por un lado,  a aquellos que se dedican a vivir el presente sin tener en cuenta el futuro; poco ahorran, disfrutan cada día como si fuera el último y atesoran cada segundo como un regalo. Por otro lado están aquellos conservadores que tienen asegurado su retiro, que son frugales, que guardan cada centavo esperando poder disfrutar en la vejez de todo el trabajo que hacen. Yo creo que debe existir un balance entre disfrutar del presente y prepararse para el futuro y que ese punto medio debe ser definido por cada uno de nosotros.

La vida es una caja de sorpresas que puede cambiarnos las reglas de juego en cualquier minuto. En un abrir y cerrar de ojos, todo lo que teníamos puede desaparecer y la manera en la que vivimos puede dar un giro de 180 grados. Nuestra salud y nuestras finanzas personales son temas que no están enteramente bajo nuestro control, son variables que dependen de múltiples circunstancias y que pueden tener desenlaces inesperados. En cuestión de segundos podemos pasar de un estado en el que somos sanos y fuertes a pelear por mantenernos con vida. En un instante podemos despedirnos de los que amamos y al siguiente dejar de verlos definitivamente; podemos desaparecer en el movimiento de un abanico, porque así es la vida: caprichosa e indefinida.

Nadie puede pretender vivir esperando que algo le suceda, al contrario, la mente debe estar enfocada solo en pensamientos positivos. Sin embargo no deja de ser una realidad que todo puede cambiar ligera o radicalmente. Desde esa perspectiva, hay que valorar cada respiración y grabar en nuestra memoria cada experiencia con intensidad. Nuestra vida es como una alcancía y va a estar repleta de las cosas que pongamos en ella: aventuras, cenas con la familia, risas, amor, pero también preocupación, tristezas y amarguras. Si al final del día no podemos llevarnos con nosotros nada de lo que materialmente recolectamos en la tierra,  entonces ¿por qué a veces tenemos esa obsesión por llenarnos justamente de cosas materiales?

Tampoco podemos despilfarrar lo que tenemos en un día sin pensar en que habrán oportunidades más adelantes de disfrutar y que tenemos que estar medianamente preparados. Creo que la clave está en trabajar y vivir intensamente cuando se es joven y el cuerpo aguanta; en disfrutar cada chance que tenemos de conocer, de viajar, de aprender; en vivir a plenitud sin preocuparse demasiado por lo que ya pasó y en tener un ojo puesto en lo que viene pero entendiendo que la única realidad  es este segundo que acaba de pasar.

Si yo pudiera precisar con exactitud la fecha de caducidad de mi cuerpo en la tierra y tuviera unos días para cerrar mis asuntos, entonces ciertamente amaría más, pelearía menos, correría sin miedo a cansarme, sin guardar energías para el día siguiente. Exploraría más, repetiría menos, trataría nuevos platos, cantaría más fuerte, abrazaría más, saludaría con más ganas, perdonaría todo y pediría más perdón. Tendría menos miedo, estrenaría más, tendría menos discusiones y más conversaciones, vería menos series y saldría más a la calle, menos redes socales y más cafés con mis amigos. Si estuviera seguro de que me queda poco, entonces no vaciaría mis cuentas de banco pero me compraría eso que siempre quise, le diría a aquellos a quienes herí que lo lamento mucho, regalaría más, terminaría mi libro por el placer de saber cómo termina.

Muy pocas de las cosas que haría tendrían que ver con el dinero. Creo que es porque las cosas que verdaderamente llenan el alma son más simples e intangibles. Siendo así, entonces podría poner en práctica lo que Steve Jobs alguna vez escribió:

¨si vives cada día de tu vida como si fuera el último, algún día realmente tendrás razón¨

Y  viviría como si no hubiese mañana para el amor, para reírme de los chistes flojos, para abrazar, para sonreír. Siempre dejaría algo en el banco pero trataría de no guardarme nada en el corazón. Creo que ese sería mi balance ideal.

¿Qué harían ustedes si tuvieran la misma oportunidad?

Feliz fin de semana.

La foto de hoy es de la talentosa Natalia Maca. Síganla en Twitter e Instagram como Artedisc_Rock.

Olvido

Si olvidar fuera tan fácil entonces quizás esa palabra no existiera en el diccionario.

No se olvida nada de lo que se ha vivido y todo lo vivido deja huellas en nosotros, a veces profundas, a veces casi invisibles pero siempre están ahí.

Estas frases parecían retumbar en su cabeza desde el medio día de ese jueves; en un inesperado desenlace de eventos ella había decidido no venir. Era totalmente sorpresivo. Esas cosas se ven llegar, se empiezan a sentir en el pecho y en el vacío en el estómago, pero esta vez  no. Quizás él sólo quiso creer que ese día nunca llegaría y decidió que se postergaría de manera indefinida, pero ella tenía otros planes.

La conversación fue corta, después de dos frases que fueron como abrebocas a la letal resolución emitida sin titubeos, lo demás fue sólo protocolo. No había mucho para decir y él no pudo decir nada tampoco, era obvio que ella tendría sus razones y no era ni el momento ni la situación para argumentar, sólo se mostró sorprendido, no lo esperaba ese día, son de las cosas que uno nunca se espera.

Después de unos instantes el vacío se hizo abismal,  las piernas le temblaban y tuvo que sentarse por un momento para encontrar algo de calma; su pulso estaba acelerado y las lágrimas se agolpaban en el borde de sus ojos hasta que estallaron buscando salida desconsoladamente. En una mala jugada de su mente que le provocó un cambio intenso de sentimientos, las memorias lo atiborraron de historias y se dijo a si mismo que eso simplemente no podía estar pasando. Era imposible, ¿Qué se supone que iba a hacer? Buscó razones y no encontró ninguna o por lo menos ninguna válida. Simplemente no podía ser; se acercó hasta el bar y dispuso un vaso corto de cristal, tomó una de sus botella preferidas de whisky, lo pensó unos segundos y dejando el vaso de lado se apuró un trago largo directamente de la botella; el licor pasó por su cuerpo cumpliendo con el efecto deseado: rasgó todo a su paso y revolvió su vientre con violencia, el trago le produjo el ansiado resultado de reemplazar el dolor del alma por uno físico, uno que pudiera quitarse luego. ¡No puede ser! Exclamó.

Con el tiempo y miles de tragos más empezó a sentir algo que quizás le iba a ayudar en toda esa situación: se molestó profundamente por sentirse como el único culpable. Al fin de cuentas estas cosas terminan pasando por algo. ¿Por qué él tendría que cargar con toda la culpa? Él sentía que había hecho todo su esfuerzo, que si bien no había dado todo de sí, por lo menos y dentro de sus posibilidades había agotado todas las opciones y estaba apostando porque todo funcionara. Eso definitivamente no era suficiente para la vida y eso también terminó por ofuscarlo. Cada mañana se levantaba y buscaba esas últimas palabras que le recordaban su decisión de no estar ahí con él. Se recargaba de motivos para no flaquear, odió todo y a todos, le recriminó al cielo la injusticia y se declaró exiliado. Cuando su mente estaba por traicionarlo acudía a las últimas palabras y con el sentimiento de ira que cada vez se hacía más débil, pasaban los días, aunque ese esquivo propósito de olvidar aún estaba lejos de cumplirse.

Cuando la rabia terminó por abandonar su mente y de nada parecían servir los recuerdos negativos que se creaba y su pelea con el universo, se encontró solo una tarde y decidió hacer la paz consigo mismo. Entendió que era definitivo, que a pesar de no poder olvidarla, ella parecía haber seguido con su vida, una de la que él  ya no era parte, una que extrañaba con todas su fuerzas; sintió de nuevo un vacío doloroso, sintió que tenía que pararse o se iba a quedar de por vida prostrado sin volver a sonreír. Decidió perdonarse por todos los errores que pudo haber cometido, le pidió perdón por el daño que pudo haberle hecho y la perdonó por no quedarse, por tener otros planes. Quiso comprender en medio del dolor que aún lo embargaba que hay historias que están escritas y que se hicieron para ser cumplidas. Buscó en su Dios consuelo y en la oración un hombro para llorar y un amigo para ser escuchado. Decidió finalmente negociar consigo mismo y con el universo un cese a todas las hostilidades.

Los meses habían pasado y despojado del orgullo y de la rabia se encontró lleno de dolor, ensimismado, absorto. No salía mucho y cuando lo hacía, pocas veces interactuaba con la gente. Se acostumbró a encontrar excusas para no aceptar, se dijo enfermo, ocupado, poco interesado para rechazar todo lo que le proponían. Cada vez más, buscaba en sí mismo la fuerza para salir de ese abismo donde parecía hundirse sin remedio. Una tristeza infinita deambulaba por su cuerpo, le partía los huesos en un rictus agónico que le hacía prácticamente imposible respirar. Sabía que estaba en una espiral descendente pero también entendía que aún no había llegado al final. Desprovisto de cualquier otro sentimiento que no fuera dolor, siguió buscando ese fondo que sirviera como resorte para por fin y de una buena vez por todas rebotar a la superficie. Sabía que estaba jugando con un enemigo peligroso, sabía que en cualquier momento podía quedarse a vivir en la tristeza y no volver jamás. Esa certeza le ayudó a tener siempre un referente, una esperanza, algo que lo ligara a este mundo y a todo lo que aún le faltaba por vivir; así, de la mano de su esperanza y con el corazón hecho añicos, empezó a sanarse.

Eran las seis de la mañana y mientras leía las noticias en su teléfono y agotaba a sorbos la taza de café caliente, la recordó de nuevo. Le pareció escuchar su risa y sentir su abrazo con el que lo sorprendía cada nuevo día. Esta vez sin embargo, no sintió esa punzada que parecía crearse en su estómago y volar hacía su cerebro no sin antes recorrerle todo el cuerpo. Por primera vez en mucho tiempo vio su propio reflejo en la pantalla del celular sin esbozar una mueca de tristeza o sin el ceño fruncido por la rabia. Se vio tranquilo, en paz. Dejó escapar una sonrisa leve que quiso apagar rápidamente como si tuviera temor de traicionar sus recuerdos. ¿Sería posible que hubiera olvidado? ¿Sería acaso posible que hubiera desaparecido todo aquello por lo que pasó en el último año y mágicamente haber arrancado su mente de cero? En unos instantes de confusión volvió a experimentar todos aquellos sentimientos que ya se habían hecho tan frecuentes en él: su completo rechazo a todo lo que había pasado, su rabia con todo el universo, la tregua a la que había llegado consigo mismo después de muchas noches en vela, la profunda tristeza que lo había llevado casi a abandonarse y esta sensación extraña de recordar todo pero con otra óptica, con otro vestido, con otra manera de verse y verlo todo. Jamás podría olvidar pero no era eso lo que buscaba y por fin lo había entendido: ¡Quería sanarse! Era ineludible sentir dolor, tener nostalgia, extrañarla más que a cualquier cosa en este mundo; no buscaba olvidarla, quería recordarla en paz, desearle lo mejor y seguramente encontrarla más adelante.

 

Tus besos.

Te beso para saber cómo es tu alma

Te beso para saber cómo es tu amor

Para poner en marcha mi existencia

Y para echar a andar el corazón.

 

Te beso y te transporto hasta mi mundo

Me besas y me llevas donde estás

Y en un beso tomados de la mano

Nos vamos a besar a otro lugar

 

Te beso cuando estamos separados

Y la gente se pierde entre la brisa

La misma que te toca y te acaricia

Manteniéndonos siempre enamorados

 

Te beso y me parece que no existo

Que somos dos viviendo en un abrazo

Que la vida se funde en un pedazo

De boca, de ansiedad y de pasión

Que al filo del deseo y la razón

Jugamos con hacernos el amor

Mientras eternamente nos besamos