Detalles

“El diablo está en los detalles” (The devil is in the detail) es una frase que proviene de un proverbio alemán que reza “Dios está en los detalles”. Quizá fue modificada con el tiempo para reforzar el hecho de que nada puede ser tomado a la ligera y que todo es susceptible de ser analizado en detalle para encontrar, seguramente, sorpresas no tan agradables.

Lo cierto es que la vida está llena de detalles; la vida misma se construye a través de ellos. A veces pasan desapercibidos, pero son justamente estos pequeños demonios los que pueden constituirse en puntos de inflexión, marcadores, hitos o simplemente llevarnos a situaciones irreversibles. Son cosas pequeñas, pensamientos inofensivos a primera vista, sonrisas e incluso suspiros. Pero también son olvidos, ausencias, pequeños cambios que hacen toda una diferencia para quién observa, para quien los espera.

Es cierto que no podemos quedarnos viendo el árbol y perder de vista el bosque. Pero también es importante percibir los pequeños cambios, pues estos van apilándose hasta formar las grandes transformaciones. A diario pensamos que vivimos en un mundo de generalidades, pero lo cierto es que construimos nuestras vidas con esas pequeñas decisiones que tomamos, con esos pequeños detalles que dejamos o no pasar.

“El diablo está en los detalles” y seguramente seguirá estando en ellos. Son privilegiados aquellos que lo ven todo, que son capaces de obtener hasta la más mínima información del universo, aquellos que no dejan pasar nada por alto. Son los que pueden tomar decisiones con mayor claridad y aprender rápidamente de las equivocaciones.

Aquellos que están pendientes de las pequeñas cosas, son los que más disfrutan de los grandes sucesos. Porque toda historia maravillosa empieza o termina en un segundo, en una respiración contenida para procesar información, en un detalle.

Los detalles enamoran o desencantan; los detalles construyen grandes éxitos o fracasos monumentales. No hay que quedarse en ellos pero hay que saber verlos; no se puede perder el objetivo final, pero hay que conseguir primero las pequeñas metas.

¿Difícil? Claro. No hay una receta. Pero sí se puede mejorar aprendiendo a escuchar, recordando las cosas importantes de cada jornada, haciendo un pequeño balance en las noches de nuestros días y empezando a atar los cabos de todo lo que nos sucede. Con el tiempo, habremos aprendido a percibir lo que alguien quiere decirnos y no se atreve, lo que está mal y aún puede ser corregido, lo que está sucediendo y debe ser modificado rápidamente.

Claro que es difícil, pero escuchando, observando y tomando nota, se puede esteucturar nuestra mente y llegar con mayor certidumbre al éxito.

Como diría el gran Cantinflas, “Ahí está el detalle”

¡Cuéntenme! ¿Son Uds. Detallistas?

Feliz semana y nos seguimos escribiendo.

¿Qué significa tener éxito?

¿Es el dinero, el poder, el reconocimiento o simplemente poder lograr lo que nos proponemos?

Hace unos días leía unos apartes de un libro que hablaba sobre lo que significa el éxito para diferentes personas. Y pensaba que no solo tiene que ver con las diferencias específicas de cada uno de nosotros, sino también con la edad y el momento de la vida en el que nos encontremos.

También escuché a alguien en un evento público que mencionaba que para él no había que tener un gran sueño sino tener varios objetivos que nos permitieran tener triunfos rápidos. Desde su punto de vista cuando nos enfocamos en un solo gran objetivo y nuestra vida gira en torno a eso, tendemos a perder la perspectiva y podríamos estar dejando de lado cosas pequeñas que también son importantes.

Como en todos los temas que tienen que ver con la mente, no hay una respuesta absoluta ni un solo remedio. Cada uno debe descubrir dentro de sí la manera de solucionar las dudas. Lo que funciona para una persona, no necesariamente es la salida para otra, y aunque es válido aprender de los demás, solo dentro de nosotros están las verdaderas respuestas a nuestras preguntas.

Así que vamos por partes.

Para algunos el dinero es la escala de medición de los triunfos; el dinero trae consigo comodidad, reconocimiento, independencia y estabilidad entre otras cosas. Para estas personas, el dinero debe ser una consecuencia directa del éxito, quien tiene dinero es porque ha logrado lo que se ha propuesto.

Para otros el poder es la consecuencia directa del éxito. Tener poder implica tener acceso al dinero y por lo tanto a todos los elementos relacionados con él. Incluso sin que esté plenamente asociado a la parte económica, tener poder significa poder controlar, manipular o dirigir las cosas en beneficio de un fin específico.

Para otros el éxito está ligado al reconocimiento. A todos en mayor o en menor medida nos gusta que se nos reconozca, que se nos denomine referentes, que se nos aprecie, que se nos escuche o nos sigan. Para algunos el éxito está definido en términos de “me gusta” o de seguidores, y el poder dirigir la opinión de quienes nos siguen también es una fuente de satisfacción y señal de éxito.

Sin embargo existen muchas personas que han triunfado en la vida y se caracterizan por su humildad y por no tener perfiles altos o ser boyantes económicamente hablando. ¿Cómo medir entonces el éxito si todos tenemos referencias tan diferentes?

Desde mi punto de vista el éxito está relacionado en gran parte con lo que nos apasiona. En cada momento de la vida los retos son diferentes y conllevan esfuerzos disímiles. Sí de joven medimos el éxito por el poder, quizá de viejos busquemos solo reconocimiento. Sí en algún punto de nuestras vidas tener dinero lo es todo, quizá en otro momento la tranquilidad sea lo más importante. Así que el éxito no es absoluto ni mucho menos permanente una vez adquirido. Cómo depende de nuestras metas y estas son variables en el tiempo, pues requerirá motivaciones diferentes y esfuerzo continuo para conservarlo. Esta, sin embargo, es mi apreciación y no tiene que ser válida para todos.

Tal vez en lo que si podemos coincidir es que el éxito debe responder a nosotros mismos y no a lo que piensen los demás, porque si es difícil estar bien con uno mismo, imagínense tratar de complacer al resto de la humanidad. Además, cuando uno empieza a actuar en función de lo que digan las otras personas, se nos pierde la brújula y empezamos a apuntar a todas partes: el artista buscará hacer obras basadas, no en su gusto, sino en la moda que otros le indiquen, el pensador perderá su propia opinión reemplazándola por la de los demás, cediendo así su originalidad. La figura pública se volverá un esclavo de sus seguidores.

También será más fácil triunfar copiando lo que ya está dando resultado, pero siempre será más gratificante y exitoso hacerlo con nuestras propias ideas. La creatividad, la iniciativa, la responsabilidad, la capacidad de medir y tomar riesgos y la perseverancia son cualidades difíciles de encontrar y más aún hallarlas todas juntas, pero indudablemente el éxito real y duradero, requerirá de algunas o de todas ellas en conjunto.

La medida del éxito, aunque tenga un componente externo importante, deberá responder a nuestros propios deseos, pues de nada sirve tener todo lo que uno no quiere o no puede disfrutar.

Finalmente, creo que el primer paso es saber qué se quiere. Ya sea un gran sueño o varios objetivos pequeños, deberá estar claro en nuestra mente lo que queremos. De otra forma ¿cómo saber si se ha alcanzado el éxito si nunca supimos lo que buscábamos?

Feliz fin de semana y un fuerte abrazo a todos, especialmente al Usher Mayor quien por estos días batalla con algunas dolencias de salud, pero que seguramente saldrá vencedor.

¿Para Uds. Qué es el éxito y cómo lo miden?

Luis

Decisiones…

Me acerco a un restaurante de comida rápida y después de algunos minutos debatiendo entre las opciones me decido por una hamburguesa que luce suculenta en la foto.

-Una hamburguesa media libra. Le digo con confianza absoluta a la persona que me atiende del otro lado de la caja registradora.

-¿La desea en combo o individual?

-En combo, por favor.

-¿Desea agrandar sus papas y refrescos por tan sólo cinco mil pesos?

-Eh, ¿en qué tamaño viene el refresco?

-Pequeño, mediano, grande, extra y familiar

-Pequeño está bien, ¿puedo cambiar por agua?

Pausa mientras se acerca el supervisor.

-Claro que sí, ¿grande o chica? Me pregunta después de verificar brevemente con el supervisor de turno.

-¿Mediana tiene?

-Claro, ¿con gas o sin gas?

-Sin gas, y pienso que ya estuvo bien de preguntas para una orden de comida rápida.

-¿Desea adición de queso o tocineta para su orden?

-No, así está bien gracias, y me digo a mí mismo que no quiero demorar mucho la fila que se hace más larga con cada pregunta.

-¿Para llevar o comer aquí?

-Para llevar por favor, realmente quiero salir del sitio.

-¿Efectivo o tarjeta?

-Tarjeta

-¿Ahorros o crédito?

-Mejor efectivo

-¿Desea donar para el instituto mental nacional?

-Porque no, le digo, y pienso que quizás después de comerme la hamburguesa salga directamente para allá.

-Mil, dos mil o cinco mil?

-Mil está bien

-Le incluyo el servicio?

-Guarde el cambio por favor, le digo ya desesperado

-En 25 minutos o menos estará listo su pedido

-Gracias le digo y respiro aliviado mientras me doy la vuelta y camino resignadamente hacia un lado del mostrador pensando que ya todo está listo.

-Tiene tarjeta de estacionamiento?

Y hago como que no es conmigo la pregunta y me ubico en la fila para esperar mi pedido.

Esta, aunque algo exagerada, es una anécdota real. El diagrama de flujo para pedir una hamburguesa en este caso no tendría nada que envidiarle a la decisión si lanzar o no un transbordador en misión a la estación espacial.

Bromas aparte, la toma de decisiones es uno de los procesos más difíciles para el ser humano; hay diferentes teorías sobre el porqué de esto, yo tengo las mías.

  1. Nos da miedo fracasar.
  2. Nos da miedo perder lo que tenemos.
  3. Nos da miedo herir a alguien más con nuestras decisiones.
  4. Queremos tener toda la información disponible para tomar una decisión acertada.

El miedo al fracaso.

No queremos correr riesgos, preferimos el ¨status quo¨, el confort que nos da la ausencia de cambio. ¨Lo que está bien no se toca¨ nos dicen constantemente. ¿Para qué arriesgar? ¿Para qué apostar y exponernos a que los demás nos juzguen? Todos estos pensamientos atraviesan nuestra mente, todos son enemigos de tomar una decisión. Fracasar no debe atemorizarnos, quedarnos inmóviles en cambio sí. Es obvio que las experiencias enriquecen y según algunas de las personalidades más notables de la historia como Edison, Ford, Michael Jordan, Coelho, Churchill, Dickens, Woody Allen, Mandela y hasta Mafalda, aquellas experiencias en las que fracasamos, nos dejan mucho más aprendizaje que aquellas en las que salimos victoriosos sin demasiada lucha.

Nos da miedo perder lo que tenemos.

En línea con el punto anterior, si arriesgarnos al fracaso nos aterra, exponernos a perder lo que tenemos nos resulta demasiado difícil sino imposible. Nos sucede en todos los aspectos de la vida, nos aferramos a lo que tenemos y nos negamos al cambio.

Nos da miedo herir a los demás.

Este es un tema delicado. Podemos poner a los demás por encima de nosotros para no herirlos, sentimos una obligación con ellos, preferimos asumir el dolor antes que causarlo. Es egoísmo puro con nosotros mismos, pero al menos el daño ¨se queda en casa¨, convivimos con él  y lo digerimos con un poco de filosofía.

Tener toda la información disponible.

Parálisis por análisis le decimos. En la búsqueda de tomar la mejor decisión nos preocupamos por tener todos los detalles. Es un proceso que deja de ser práctico y se vuelve una excusa para no decidir. Una de las maneras favoritas del ser humano para evitar tomar decisiones es procrastinar. Esta es la capacidad de aplazar nuestras tareas para hacer otras normalmente menos importantes. Pedimos todos los detalles, buscamos todas las variables y nunca estamos conformes con la información. Es temor a fallar y a perder lo que tenemos en su máxima expresión.

¿Por qué es importante tomar decisiones?

No es fácil pero es necesario. Desde las cosas más triviales hasta las más complejas requieren de nuestra acción. Ya habíamos hablado que los seres humanos están diseñados para cambiar, para ser dinámicos; permanecer en una línea invariable sólo nos trae monotonía y nos priva de aprender. En cada decisión que tomamos hay un riesgo y por consiguiente un premio. Es cómo ese sobre sellado que le ofrecen al concursante al final del programa con la opción de doblar su botín o perderlo todo. El que no se arriesga jamás va a tener todo lo que quiere.

Hace unos días hablaba de este tema con alguien y no lográbamos ponernos de acuerdo en un punto importante: Saber que quiero no es lo mismo que decidir lo que quiero hacer.

Para poder tomar una decisión hay que saber lo que se quiere, de acuerdo, ese es el primer paso. Pero una vez decidido este punto, tomar la decisión depende de factores adicionales; para que se dé un proceso de toma de decisión debe existir un reto, una confrontación, un análisis, de lo contrario es piloto automático. Entonces, son dos estados diferentes: Definir qué quiero hacer y decidirme a hacerlo. El primero implica un proceso interno, el segundo está afectado por factores externos.

Por ejemplo: ir al baño es piloto automático. Ir al baño en medio de un concierto de cien mil personas es otra cosa. !Definitivamente quiero ir, pero lo pienso!

Finalmente…

Podemos dejar que la vida decida por nosotros o que los demás lo hagan; podemos dejar que el tiempo pase y las cosas sigan su curso, podemos permanecer inmutables, podemos hacer todo esto porque el responsable será el destino, alguien más, el tiempo, cualquiera menos nosotros. Claro que es difícil, en cada decisión afectamos nuestra vida y la de los demás y algunas de ellas no tienen vuelta atrás, algunas son tan complejas y otras ni siquiera dependen totalmente de nosotros.

No tengo una receta y ni siquiera tengo un buen consejo; yo mismo me debato diariamente en el proceso de decidir y es porque la vida nos plantea de manera específica retos que sólo nosotros podemos afrontar, hay acertijos sin solución y decisiones que jamás se toman y es parte de aprender, de vivir. Lo que es cierto es que las decisiones que no tomamos hoy se presentan de nuevo más adelante para confrontarnos.

Quizás lo único que puedo decir es que respetemos nuestros sentimientos, que no nos traicionemos, la vida es corta y aunque la espera sea relativa, lo mejor siempre será actuar.

Volviendo a los restaurantes, una vez encontremos lo que nos gusta tengamos lista la orden:

¡Alto late, 120, leche entera, sin azúcar, con un poco de canela por favor!

Todo lo mejor

Luis

Bibliografía y lectura recomendada:

https://psicologiaymente.net/psicologia/por-que-cuesta-tanto-tomar-decisiones#!