Me acerco a un restaurante de comida rápida y después de algunos minutos debatiendo entre las opciones me decido por una hamburguesa que luce suculenta en la foto.
-Una hamburguesa media libra. Le digo con confianza absoluta a la persona que me atiende del otro lado de la caja registradora.
-¿La desea en combo o individual?
-En combo, por favor.
-¿Desea agrandar sus papas y refrescos por tan sólo cinco mil pesos?
-Eh, ¿en qué tamaño viene el refresco?
-Pequeño, mediano, grande, extra y familiar
-Pequeño está bien, ¿puedo cambiar por agua?
Pausa mientras se acerca el supervisor.
-Claro que sí, ¿grande o chica? Me pregunta después de verificar brevemente con el supervisor de turno.
-¿Mediana tiene?
-Claro, ¿con gas o sin gas?
-Sin gas, y pienso que ya estuvo bien de preguntas para una orden de comida rápida.
-¿Desea adición de queso o tocineta para su orden?
-No, así está bien gracias, y me digo a mí mismo que no quiero demorar mucho la fila que se hace más larga con cada pregunta.
-¿Para llevar o comer aquí?
-Para llevar por favor, realmente quiero salir del sitio.
-¿Efectivo o tarjeta?
-Tarjeta
-¿Ahorros o crédito?
-Mejor efectivo
-¿Desea donar para el instituto mental nacional?
-Porque no, le digo, y pienso que quizás después de comerme la hamburguesa salga directamente para allá.
-Mil, dos mil o cinco mil?
-Mil está bien
-Le incluyo el servicio?
-Guarde el cambio por favor, le digo ya desesperado
-En 25 minutos o menos estará listo su pedido
-Gracias le digo y respiro aliviado mientras me doy la vuelta y camino resignadamente hacia un lado del mostrador pensando que ya todo está listo.
-Tiene tarjeta de estacionamiento?
Y hago como que no es conmigo la pregunta y me ubico en la fila para esperar mi pedido.
Esta, aunque algo exagerada, es una anécdota real. El diagrama de flujo para pedir una hamburguesa en este caso no tendría nada que envidiarle a la decisión si lanzar o no un transbordador en misión a la estación espacial.
Bromas aparte, la toma de decisiones es uno de los procesos más difíciles para el ser humano; hay diferentes teorías sobre el porqué de esto, yo tengo las mías.
- Nos da miedo fracasar.
- Nos da miedo perder lo que tenemos.
- Nos da miedo herir a alguien más con nuestras decisiones.
- Queremos tener toda la información disponible para tomar una decisión acertada.
El miedo al fracaso.
No queremos correr riesgos, preferimos el ¨status quo¨, el confort que nos da la ausencia de cambio. ¨Lo que está bien no se toca¨ nos dicen constantemente. ¿Para qué arriesgar? ¿Para qué apostar y exponernos a que los demás nos juzguen? Todos estos pensamientos atraviesan nuestra mente, todos son enemigos de tomar una decisión. Fracasar no debe atemorizarnos, quedarnos inmóviles en cambio sí. Es obvio que las experiencias enriquecen y según algunas de las personalidades más notables de la historia como Edison, Ford, Michael Jordan, Coelho, Churchill, Dickens, Woody Allen, Mandela y hasta Mafalda, aquellas experiencias en las que fracasamos, nos dejan mucho más aprendizaje que aquellas en las que salimos victoriosos sin demasiada lucha.
Nos da miedo perder lo que tenemos.
En línea con el punto anterior, si arriesgarnos al fracaso nos aterra, exponernos a perder lo que tenemos nos resulta demasiado difícil sino imposible. Nos sucede en todos los aspectos de la vida, nos aferramos a lo que tenemos y nos negamos al cambio.
Nos da miedo herir a los demás.
Este es un tema delicado. Podemos poner a los demás por encima de nosotros para no herirlos, sentimos una obligación con ellos, preferimos asumir el dolor antes que causarlo. Es egoísmo puro con nosotros mismos, pero al menos el daño ¨se queda en casa¨, convivimos con él y lo digerimos con un poco de filosofía.
Tener toda la información disponible.
Parálisis por análisis le decimos. En la búsqueda de tomar la mejor decisión nos preocupamos por tener todos los detalles. Es un proceso que deja de ser práctico y se vuelve una excusa para no decidir. Una de las maneras favoritas del ser humano para evitar tomar decisiones es procrastinar. Esta es la capacidad de aplazar nuestras tareas para hacer otras normalmente menos importantes. Pedimos todos los detalles, buscamos todas las variables y nunca estamos conformes con la información. Es temor a fallar y a perder lo que tenemos en su máxima expresión.
¿Por qué es importante tomar decisiones?
No es fácil pero es necesario. Desde las cosas más triviales hasta las más complejas requieren de nuestra acción. Ya habíamos hablado que los seres humanos están diseñados para cambiar, para ser dinámicos; permanecer en una línea invariable sólo nos trae monotonía y nos priva de aprender. En cada decisión que tomamos hay un riesgo y por consiguiente un premio. Es cómo ese sobre sellado que le ofrecen al concursante al final del programa con la opción de doblar su botín o perderlo todo. El que no se arriesga jamás va a tener todo lo que quiere.
Hace unos días hablaba de este tema con alguien y no lográbamos ponernos de acuerdo en un punto importante: Saber que quiero no es lo mismo que decidir lo que quiero hacer.
Para poder tomar una decisión hay que saber lo que se quiere, de acuerdo, ese es el primer paso. Pero una vez decidido este punto, tomar la decisión depende de factores adicionales; para que se dé un proceso de toma de decisión debe existir un reto, una confrontación, un análisis, de lo contrario es piloto automático. Entonces, son dos estados diferentes: Definir qué quiero hacer y decidirme a hacerlo. El primero implica un proceso interno, el segundo está afectado por factores externos.
Por ejemplo: ir al baño es piloto automático. Ir al baño en medio de un concierto de cien mil personas es otra cosa. !Definitivamente quiero ir, pero lo pienso!
Finalmente…
Podemos dejar que la vida decida por nosotros o que los demás lo hagan; podemos dejar que el tiempo pase y las cosas sigan su curso, podemos permanecer inmutables, podemos hacer todo esto porque el responsable será el destino, alguien más, el tiempo, cualquiera menos nosotros. Claro que es difícil, en cada decisión afectamos nuestra vida y la de los demás y algunas de ellas no tienen vuelta atrás, algunas son tan complejas y otras ni siquiera dependen totalmente de nosotros.
No tengo una receta y ni siquiera tengo un buen consejo; yo mismo me debato diariamente en el proceso de decidir y es porque la vida nos plantea de manera específica retos que sólo nosotros podemos afrontar, hay acertijos sin solución y decisiones que jamás se toman y es parte de aprender, de vivir. Lo que es cierto es que las decisiones que no tomamos hoy se presentan de nuevo más adelante para confrontarnos.
Quizás lo único que puedo decir es que respetemos nuestros sentimientos, que no nos traicionemos, la vida es corta y aunque la espera sea relativa, lo mejor siempre será actuar.
Volviendo a los restaurantes, una vez encontremos lo que nos gusta tengamos lista la orden:
¡Alto late, 120, leche entera, sin azúcar, con un poco de canela por favor!
Todo lo mejor
Luis
Bibliografía y lectura recomendada:
https://psicologiaymente.net/psicologia/por-que-cuesta-tanto-tomar-decisiones#!