Musica.

Dejo de lado los audífonos y me recuesto sobre la silla mientras revivo en mi mente uno a uno los acordes que acabo de escuchar así como las memorias que dieron inicio a todo esto. Aún falta mucho pero el trabajo de David Cruz ya es tangible; es una sensación maravillosa escuchar los instrumentos dándole vida a una idea que se volvió canción.

Creo que la música siempre me ha acompañado; recuerdo estar muy pequeño cuando le seleccionaba la música a mi papá mientras tomaba con sus amigos. En esa época la música no se descargaba de la red, aún no había internet. Los amigos de farra de mi papá, Diego y Miguel eran melómanos incurables. Esperaban los discos de vinilo que llegaban desde Nueva York con ansiedad para estrenarlos en un ritual inevitablemente acompañado por aguardiente y muchas historias de salsa. ¿Quién hizo los arreglos? El cuatro maravilloso de Yomo Toro,  los bongos de Roberto Roena. El siguiente paso era vendérselo a los bares, una botella de aguardiente y cincuenta mil pesos.  De los bares y de mi papá salió el gusto por la salsa, los boleros y la música vieja, gusto que mi Cali Bella enfatizaría con el tiempo. Y cómo no si la Salsa fluye en Cali como esa brisa infaltable de las cuatro de la tarde que baja de los farallones, y respiras ese ambiente bohemio que en cualquier esquina te regala un concierto improvisado o unos tambores jugando con el aire.

Precisamente hace muchos años, allá por un  Diciembre de 1984 y después de salir de clase de mecánica, me detuve junto a otras no más de 150 personas en uno de los laterales de la plazoleta de San Francisco a escuchar una orquesta casi desconocida para mí pero que de inmediato me llamó la atención. Después del mini concierto me acerqué hasta el que parecía su director para pedirle un autógrafo. Se detuvo camino al camerino improvisado y con todo el tiempo del mundo me escribió a mitad de página con cariño para… levanto sus ojos y le dije, Luis, maestro. Terminó los ¨garabatos¨ y me devolvió el cuaderno que con el tiempo perdería la tinta. Esa fue la primera vez que vi de cerca al que el pasado 9 de Diciembre  hubiese cumplido 67 ferias de Cali. El maestro Jairo Varela.

jairo-varela Foto tomada de http://www.El Tiempo.com

Las anécdotas vuelan y se agolpan en la mente, todas nos cuentan la historia de maestros que aman la música, la sienten, la persiguen, la entienden como nadie más. Por ejemplo, el maestro Jose Antonio ¨Chepe¨ Chicaiza que escucha en otra dimensión, que sabe cómo fluyen las notas antes de que estas siquiera se encuentren, que no se imagina sino que siente. Él me contaba de sus charlas con Luis Felipe González, otro maestro del bajo y de cómo algún día en un viaje en New Orleans Luis Felipe escuchó una banda tocando charlestón y pensó para sí mismo, mi música debe tener ese ritmo;  días después la Saporrita, del que se dice es el disco bailable más vendido de todos los tiempos, nacería con esas notas.

La música tiene esa energía vital, esa magia que te desconecta o te lleva donde quieres estar, pero no físicamente sino con la mente, con los sentimientos. La música siempre ha sido mi cómplice preferida, en ella me escondo cuando estoy triste o es ella la que habla cuando estoy alegre, la celestina perfecta para la noche, para enamorar, para perderse, para bailar que es como hacerle el amor a la misma música. Lo mismo una parranda que la banda sonora perfecta para escribir. Lo mismo me arranca risas que lágrimas. La música acompaña, llena, en una canción encuentras la manera de desahogarte a todo pulmón o de olvidar por unos minutos algo que te entristece. Cómo alguna vez me escribió en un trino Santiago Cruz, una canción es el espejo donde cada uno se mira; yo añadiría que nos vemos y encontramos exactamente lo que necesitamos.

Termino de escuchar la canción con Jorge Chicaiza cantante lírico y popular –decisión en la que se debate – hijo del maestro Chepe y me dice: está brutal ¨Fernandito¨. Tiene la mitad de mi edad así que ese diminutivo se le escucha gracioso. Esta brutal me repite y yo sonrío y pienso para mis adentros que es cierto, que esa tonada que no me dejaba en paz en ese vuelo a Cali parece hacerse realidad.

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Esta entrada es un poco más corta de lo normal pero tiene muchos agradecimientos:

  1. Giovanni Agudel Mancera quién no sólo escribe sino que ayuda a muchos. Les recomiendo esta entrada de su blog. http://blogs.eltiempo.com/la-sal-en-la-herida/2016/12/09/el-dia-en-que-jairo-varela-nos-secuestro-homenaje-al-maestro-en-su-cumpleanos/
  2. La orquesta los Fenix de Colombia, David, Santiago, Jorge, Jose Antonio y cómo no a la maestra Maria del Carmen.

Feliz fin de semana con mucha música.

Luis