Dos años después
Aún se llenan mis ojos de lágrimas, de esas que evocan alegría, orgullo, emoción, felicidad total. Las notas de los cornos franceses me avisan que una noche mágica se aproxima, como en un barco que se alista para zarpar; siento que el viaje está por empezar, ¡y que viaje!
Las primeras notas las escucho sentado, porque, bueno… es sinfónico. Pero la salsa que me arrulló desde niño se mezcla con mi sangre y mis piernas se impulsan con voluntad propia. No vuelvo a sentarme en toda la noche, quiero gritar, cantar porque el alma se quiere salir de emoción, quiero volar y llegar a la plazoleta de San Francisco justo en ese sábado de 1984 cuando por primera vez vi a esos muchachos que tocaban con el alma para 10 personas que no podíamos creer lo que pasaba. Yo tenía 13 años y en una hoja de mi cuaderno, que ya borró el tiempo, quedaron los autógrafos de Macabí, Tarry, Pichirilo, Fabio Jr. Oswaldo que ha estado desde siempre y, por supuesto, el maestro Jairo. Ahí me enamoré de Niche.
Ayer retumbaron de nuevo los sonidos y las voces que son parte de mi vida. Orgulloso de ser caleño, de sentirme identificado en el arte, representado por La Orquesta Sinfónica de Colombia y el Grupo Niche de Cali. Sí, el de Quibdó, el de Bogotá, el de Colombia y el mundo, pero sí el de Santiago de Cali. Ayer bailé hasta que mis pulmones olvidaron sustos pasados y grité con el corazón, el mismo que me salvó la vida y que ayer no sabía si latir o cantar. Hizo las dos.
Lágrimas de emoción de estar vivo, dos años después
24 mayo 2025
Bogotá